El vampiro de Guadalajara
Las historias vuelan de labio en labio y de sangre a sangre, por eso es importante conocerlas y no olvidar detalle alguno, las historias a veces son mas importante de lo que esperamos pues no sólo nos enseñan a entender el pasado si no quizás para presagiar destellos de nuestro futuro y quizás señores ésto tenga relación con lo que voy a contarles …
Yo tenía apenas 19 años, aquella noche de noviembre en la que desperté en medio de titiriteos de mi cuerpo helado, la feria acababa de irse y por tanto había dejado de leer las cartas por un tiempo, aunque ahora sé que quizás deje la carpa de la adivina una semana antes de terminadas las fiestas por miedo … ¿Cómo podríamos pensar que una bruja tiene miedo?, a lo que muchosllaman “don”, a veces no es más que una maldición disfrazada; por eso mismo esa noche supe que todo lo que había visto en las cartas de la gente del pueblo estaba por comenzar. Como les decía era una noche fría de noviembre con una lluvia incesante, me desperté por el frío, pero también porque sentí un presagio que oprimía mi pecho como cuando niña veía a la gente que iba a morir y cuya alma estaba fuera de su cuerpo.
Asome mi cara a la ventana y vi un carruaje fúnebre está por demás decirlo y no era por su apariencia europea y sofisticada si no por la cantidad de almas en pena que lo rodeaban, al caminar encendí un candil mientras mi corazón latía a todo lo que mi cuerpo delgado permitía, entonces los caballos relincharon al detenerse, ha llegado la muerte, pensé por un momento mientras un hombre pálido como la luna de rostro hermoso y movimientos elegantes descendía con un maletín en mano y un baúl pesado que cargaban tras de él dos sirvientes de rostro cubierto, que mas que camniar parecían arrastrar los pies, su mirada se cruzó con la mía como las flechas en el corazón de un venado y sentí un aterrador escalofrio que me hizo dar un salto atrás, mientras el candil hizo arder en llamas una parte de la mesa de magia que utilizaba en las fiestas del pueblo como parte del show. Para ese tiempo yo ya era considerada una bruja con talentos infinitos, no sólo podía ver la muerte si no que convivia con ella y con sus almas, la gente me perseguía en cada lugar que me topaba para preguntarme sobre su futuro y los líos de faldas de sus maridos, pero de todas las cosas que había mirado con ese don, jamás algo similar a la mirada de ese hombre, no sabía que existían cueros sin alma y no sabía hasta entonces lo valioso que es tener una.
Durante días intenté comunicarme con mis ancestros y otras almas para enteder que es lo que estaba robando mi aliento, parecía que todos mis muertos me habían abandonado y con eso mi “don”, intente leer las cartas sin éxito alguno, nada me decía nada, había un silencio largo entre yo, y ese otro mundo que siempre me acompañaba, era como si de un portazo me hubieran cerrado la puerta, todas las noches de esa larga semana visité el panteón con mi gato a cuestas, me sentía muy sola y hasta intenté buscar a mi madre entre la tumba de ese hombre en el que su alma siempre lloraba, pero ya no había nada, sólo ese pesar en mi coraón que de vez en vez me ponía chinito el cuero, entonces me regresaba a mi casa y miraba a la ventana esperando sin querer que ese hombre me mirara, pero fue inútil. Hasta que una noche mientras reposaba mi cuerpo en un baño de hierbas, empecé a dormitar; cantando esos cantos del lenguaje de las plantas que me había enseñado mi abuela, mis ojos se abrían y cerraban intentando vencer al
sueño, cuando de pronto una silueta apareció en mi puerta intenté levantame pero no pude; el agua empezó a vibrar en varios sentidos y mis piernas y brazos no tenían fuerza.
– ¿Quién eres? – intenté preguntar sin que la voz saliera. La sombra se acercó a mí, mientras el candil encendido caía al piso incendiándolo todo, las hierbas me hablaban de mil maneras aterradas, mientras el tirante de mi corpiño caía de un lado y del otro dejando mis senos al descubierto, sentí unas manos en mi cuello y un aliento helado sobre mis pezones, la lumbre comenzaba a llegar a la tina y dio un resplandor sobre el rostro de esa sombra, -es él – pensé aterrada mientras un orgasmo súbito me acompañaba, ¿Quién eres?, comencé a decir con mi voz que ahora salía ente cortada y de pronto un grito placentero salía de mi cuerpo y se unia al calor de las llamas, no recuerno más de esa noche, lo que sé, es que al despertar mi cuerpo estaba helado en medio de la tina con agua y del fuego y el candil no había señal alguna, desnuda completamente, como si el corpiño y el camisón jamás hubieran entrado conmigo al agua; reposaban sobre la cama, me incorporé a buscar una manta, mientras note que entre mis piernas había sangre, tome un trapo para secarla y noté que el camisón tenía también un poco de ella, había sido cierto lo de esa noche pensé, no sólo había perdido mi virginidad, había perdido la calma. Días enteros los pase en mi cama en medio de una fiebre insoportable que me hacía delirar, ya no sabía qué y cómo era la realidad, aquella sombra se había apoderado de todo, el olor a sangre en mis labios, en mi cuerpo, las mañanas lucidas y mi cuerpo con marcas eran la prueba clara de que mi alma no estaba bien. Decidí entonces tomar fuerza y salir de mi casa, tome una manta y me cubrí de pies a cabeza, quería evitar al pueblo, evitar sus preguntas cotidianas, debía buscar a la madre guía, necesitaba saber que estaba pasando conmigo, al salir a la calle sentía frio en los huesos en medio de un sol deslumbrante todo me daba vueltas mientras caminaba y paraba.
_Ganado y animales muertos el pan de cada día _
– Dios nos agarre confesados -. gritaba el niño vocero en medio de las calles
– El Ganado de don Gerardo está muerto y sin sangre, vengan a verlo – gritaban unas señoras a lo lejos –
Muerto y sin sangre, retumbo en mis oídos y me acerque sigilosa a ver entre el tumulto de gente, era cierto, los aniamales tenían los ojos abiertos bien abiertos pero sin una gota de sangre o inchados por veneno, sólo parecían horrorizados al igual que el pueblo entero, corrí sin descanso al mirar semejante escena, corrí tanto que no sentí el caer de las mantas con las que había cubierto mi cuerpo, corrí a través el campo entero sin parar hasta llegar a casa de la madre guía, entré a su choza sin avisar y empecé a sentir que el pecho me dejaba sin aliento, estaba apunto de caer cuando la madre guía lanzó un aliento de incieso en mi rostro, y empezó a quitarme la ropa, la arrojó a la leña mientras inspeccionaba mis marcas.
– ¡Ya sé a qué has venido! – dijo muy segura
– ¡Ya lo conociste ya eres de él! –
Sentí un escalofrío en el cuerpo
– ¡No! – le dije en un grito
– ¡Yo no soy de él , madre guía ayúdame! –
y lloré desconsolada mientras sentía que el calor llegaba a mi cuerpo
– ¡Es un vampiro niña, es un ser sin alma, pactado y olvidado por pachamama!. –
No vino a comer ganado y animales, vino a cambiar la vida y la paz de este pueblo, no puede ser de otra manera, no será de otra manera, no puede ser salvado lo que está perdido, salva tu alma, no permitas que también se la robe o vagarás en las penumbras por siempre, atada a la carne de él, te volveras sus ojos, te volveras la sombra que no tiene.
No permitas que germine su semilla en ti, será un ser sin alma a quien des a luz y con eso sellarás tu condena.
– ¡No duermas! – susurro en mi oído
– ¡No duermas mi niña y canta! – y comenzó a cantar en el lenguaje de las flores y del aire
mientras yo cerraba mis ojos y miraba lo que tenían que decirme.
Tomé el té que me había dejado madre guía en la mesa, lo bebí de un sorbo, tomé su pequeña hacha y sin pensarlo salí corriendo, llegué frente al árbol de camíchin, me desnude frente a el y le ofrende mi semilla a cambio de una rama de su frondoso linaje, la tomé y lijé hasta tener una daga, caminé por el mismo camnino que me había llevado ahí; sin embargo el tiempo parecía no pasar y el camino no terminaba.
– ¡Estoy dormida! – grité
– ¡Madre guía estoy dormida! – gritaba
– ¡Despiértame! – gritaba y lloraba, de pronto todo se volvió obscuridad, mis ojos parecían
pesados e intentaban cerrase, lo vi acercarse a mí, mientras mi mano apretaba la daga y la escondía en mis faldas, podía sentir su aliento y mi cuerpo traidor reaccionaba, sentía ganas de desnudarme de sentir su delgado cuerpo, pero ante mi aparecía esa mirada de eterno vacío; era como ver a la nada y de pronto supe que sería más mi condena que la de él.
A lo lejos oía cantar a madre guía y las plantas repetir sus palabras, mientras daba los pasos pesados y moribundos, comencé a ver el pueblo.
– ¡Cata! – gritó una señora a lo lejos
– ¡Es Cata! – gritó mientras se acercaba a sostenerme
– ¡Ayuda! – gritaba. Mientras una procesión de gente caminaba de luto y solemne al panteón.
¿Quién es?, le pregunte mientras señalaba al féretro.
-Es Joaquín tu enemorado – contestó mientras mis ojos lloraban.
– ¿No te enteraste Cata? – es el segundo que aparece igual que el ganado en este mes, es una desgracia.
-¡Nos ha caído una maldición Cata!
¡Es el nuevo hombre! – grite desesperada. Mientras el pueblo entero me miraba.
-Es el nuevo hombre, es el vampiro – grité mientras corría al féretro, pude ver a Joaquín vagando como ciego, su alma penaba y lloraba mientras entraba al panteón.
– ¡Debemos matarlo! – gritó un hombre de entre la multitud.
– ¡Debemos hacerlo! – gritó la madre de Joaquín
– ¡Debemos hacerlo! – dije yo mientras miraba la daga de aquel árbol en mi mano, debemos encajarlo en su corazón sin fallar y sin dejar que nos confunda, debemos pelear por nuetras almas, por tener un porque, sino terminaremos condenados al vacío condenados a no ver, a no oler el cempacuchil de nuestra propia tumba.
Los hombres tomaron sus machetes y armas, caminaba el pueblo con miedo tras de mí, mientras la noche caía, la lluvia comenzaba a caer cuando golpeamos su puerta sin parar, yo podía sentir mi corazón latir como aquel primer día y podía sentir su presencia en todo, comencé a cantar y a invocar a todas las ancestras y madres guía de nuestro pueblo, mientras candiles y antorchas volaban hasta su puerta intentando abrirla.
– ¡Debes venir! – le dije con voz firme
– ¡Debes venir amor mio!-
Mientras todo el pueblo me miraba con repudio, él salió y me miró de frente como nunca lo había hecho, tomó mi mano donde estaba la daga y la colocó en su corazón, todo se volvió silencio.
– ¡Mátalo! – grito una mujer
– ¡Mátalo! – se llevó a mi hijo
Mientras lo miraba acercó su boca a la mia y pude sentir su aliento frio … me besó y el sabor a sangre se clavó en mi lengua.
– ¡Son unos malditos y pagarán por esto, por que la maldad también esta en ustedes y volveré para recordárselos! – gritó con voz muy fuerte, mientras presionaba mi mano en su pecho; yo podía sentir el vibrante oscuro de su corazón como una máquina que se apaga, dejé caer mi cuerpo frente al suyo, quería encontrar en su muerte su alma y sin embargo sólo pude mirar su moustrosidad.
El pueblo levantó su cuerpo y lo llevaron tal cual lo dijo madre guía al cementerio del pueblo, se enterró esa misma noche en medio de un frio infernal, palas y palas de tierra caían a la par del agua, una enorme lápida de mármol cubrió su lecho de muerte.
Yo nunca pude dormir sin su presencia, jamás olvido ese sabor a sangre y esa maldición tan cierta que lanzó sobre este pueblo, hoy todos los días visito al camichin que creció desde su corazón y de cuyas ramas es imposible deshacerse, el pueblo sabe que bajo el frondoso ramaje habita él y que llegará el día en que cumplirá su promesa y volverá para sellar lo que comenzó.